Estudié y trabajo en Psicología, una ciencia que estudia los procesos mentales, las las percepciones y el comportamiento humano. Pero también una ciencia que encuentra la inspiración en insospechados territorios o curiosidades. Así empieza hoy mi artículo, con vocación inspiradora para muchos que buscan y encuentran en los pequeños detalles, grandes alianzas o soluciones…

Paseando recientemente por un camino me fijé en una pequeña piedra que llamó mi atención por su casi perfecta redondez. La tomé con mis dedos, la miré y la sentí mía. Mi piedra no es perfecta, ni especialmente hermosa, es una piedra vulgar, modesta. Es lo que podríamos llamar una auténtica piedra normal y corriente con forma redondeada.
Así, ya he señalado tres características que presentan los componentes de una organización eficaz y que además son estados en los que una persona puede encontrarse. Y ya puestos, ¿qué tal si le damos la vuelta a los argumentos y nos hacemos un propósito… o tres?


A lo largo de nuestra vida vamos a volver a visitar nuestra infancia y nuestro origen una y otra vez. Necesitaremos muchas veces releer episodios de nuestra vida pasada en los que se demuestra qué persona somos en realidad; releer, por ejemplo que nos encontramos con nuestros valores, con nuestra identidad profunda, con nuestras bases personales. En muchas de esas ocasiones la visita será una evocación de la memoria, pero en otras será una visita real a los lugares y a las personas que estaban allí con nosotros. De entre esas personas, nuestra madre es un referente al que acudiremos en busca de apoyo, convicción, asideros, respuestas, interrogantes y amor. Observando el amor que mis hijos ponen estos días en preparar sus regalos del día de la madre he sentido la necesidad de volver a mi infancia en busca de tanto regalo que recibí de la mía, de mi madre.