Hola, ¿vives sola?

«Personas que viven solas». El texto pretende recoger unas reflexiones acerca del tema que se proponía y está abierto a toda clase de críticas.
Espero que resulte útil para estimular reflexiones. Si ello fuera así agradecería me remitieseis vuestras elaboraciones.

P.- ¿Es aconsejable vivir solo?
R.-Aconsejar vivir solo puede ser tan complejo como aconsejar cualquier otra cosa. Cada uno ha de responsabilizarse de las propias opciones.
Pero, yendo al grano, creo aconsejable no desechar la posibilidad de vivir solo como una opción vital o incluso no concebir el hecho de vivir solo como una opción de inferior calidad. Si por algún motivo decidimos o nos vemos abocados a vivir solos, podemos pensar que ésta es una fórmula cargada de ventajas. Creo que los aspectos positivos o negativos de vivir solo o acompañado radican en la forma de ver la propia vida, no tanto del hecho de la compañía o su ausencia. La vida será como la veamos: si nuestro ver percibe principalmente escollos, barreras, obstáculos, … el existir nos proporcionará caídas, choques y tropiezos; si nos centramos en las ventajas viviremos ventajosamente nuestro deambular por los años.

P.- ¿Se conoce alguna patología asociada al hecho de vivir en soledad?
R.- En esta pregunta introduces un término que equiparas al de vivir solo: vivir en soledad. Cabe que cada uno nos ofrezcamos la posibilidad de decidir si queremos aceptar esta igualdad o rechazarla. Para mi, ambos son conceptos muy diferentes. Pero, acudamos al diccionario como base para otros razonamientos. Además de un pesar y una tristeza de tipo melancólico, la soledad es el hecho de vivir sin compañía.
Aunque socialmente aceptamos muy a menudo que estar solo, ambos verbos indican significados muy distintos. Por tanto, creo que puesto que el artículo trata el tema «vivir solos», merece la pena pararse a clarificar esta diferencia. Y merece la pena esta distinción pues muchos son los que asumen la igualdad y se preguntan cosas como las que ahora preguntas.
Una vez echa la clarificación, es pertinente afirmar que no conozco patología alguna asociada de manera significativa al solo hecho de vivir solo. Únicamente, y visto el anteriormente mencionado equívoco social, podríamos preguntarnos si el vivir solos aumenta significativamente el riesgo de sentir soledad. Sin conocer estudios relativos sobre el caso, entiendo que esta relación no tiene fundamento. Creo, más bien, que aumenta la posibilidad de que una persona se sienta sola cuando en su entorno cercano capta la ausencia de comprensión por parte de otros . Nos sentimos solos más cuando no nos comprenden que cuando estamos solos por necesidades u organización del hábitat o el tiempo. Esto lo ilustra el que muchas personas puedan sentirse tremendamente solitarias inmersas entre los múltiples participantes en una fiesta y muy acompañadas cuando leen a solas una referencia con la que se identifica.

P.- ¿Vivir solo puede agravar patologías existentes como la depresión?
R.- En mi opinión el hecho de vivir solo no tiene por que contribuir necesariamente en el agravamiento de otras dificultades, incluida la depresión.
Considero que dificultades o incluso imposibilidad para pedir ayuda cuando ésta se precisa es lo que resulta determinante en el empeoramiento del curso de dificultades vitales de tipo depresivo u otras. En nuestra cultura está muy arraigada la costumbre de compartir las alegrías, las fiestas, el estar bien; no comprendemos de igual manera el solicitar ayuda o compartir las dificultades o la búsqueda de soluciones para esas dificultades.
Por tanto, aquellos que eligen o se ven obligados a vivir solos obtendrán un buen recurso si entrenan la costumbre de solicitar apoyo de otros y aceptarlo cuando es ofrecido. Es claro que éste es un interesante recurso para bien vivir que coopera tanto con el que vive solo como con el que comparte vivienda.

P.- ¿Aquellas personas que viven solas deberían tener como complemento una vida social más rica?
R.- El apoyo que recibimos de los miembros del entorno social (amigos, familiares cercanos, vecinos, compañeros de trabajo, instituciones, … ) resulta fundamental para sostener una existencia saludable. Algunos investigadores han llegado a afirmar que se constatan mejor salud en individuos que poseen una red de apoyo social bien estructurada en la que abundan no familiares y en la que los familiares son pocos y se mantienen a una «distancia» relativa. Deducimos de esto que en ocasiones las familias se constituyen en fuente de dificultades. Dificultades que pueden provenir de una inadecuada gestión de las rentas de compromisos emocionales.
De cualquier forma, las investigaciones identifican tres tipos básicos del apoyo social que podemos recibir de nuestro entorno cercano. Veamos.

Apoyo informacional. Aquel por el que se compartirá no sólo una cierta cantidad de realidad del mundo, sino también una forma de interpretar esa misma realidad. Intercambiamos pues información e interpretaciones de esa misma información.

Apoyo instrumental. La red de apoyo de un individuo le facilitará el hacer frente a cuestiones más o menos importantes que tienen que ver con necesidades de la economía doméstica, el cuidado y limpieza de la vivienda, la alimentación, el cuidado de los hijos, la vigilancia de la salud, el desarrollo de aficiones y diversiones, el establecimiento y mantenimiento de relaciones sociales de orden laboral, de amistad, etc. Es el apoyo que obtenemos cuando nos «echan una mano» en lo material cotidiano: nos dejan dinero, nos recogen a los niños mientras salimos, realizan por nosotros una gestión que no podemos realizar nosotros por cualquier motivo…

El apoyo emocional se orienta al soporte, a la aparición, al desarrollo, al disfrute de sentimientos deseables o indeseables: alegría o tristeza, satisfacciones por logros, angustias, sentimientos de compañía o soledad, de protección, de miedo, de intimidad, de inferioridad, de sentirse apoyado moralmente, … En definitiva, esperamos que los que nos acompañan compartan con nosotros los aspectos emocionales propios del vivir.

Vistas estas tres formas de apoyo y visto que el apoyo social es fuente de salud, aquellas personas que deciden o han de vivir solos deben cuidarse de disponer de una red de personas a su alrededor que pueda cubrir las necesidades que surjan y que no se instituya como una «carga». Disponibilidad desinteresada, podría ser una de las claves.

P.- ¿Quiénes soportan mejor el vivir solos: hombres o mujeres? ¿Por qué?
R.-Creo que soportarán mejor el vivir solos los que tengan mayor facilidad o menos dificultades –que no siempre es lo mismo– para establecer una red de apoyo social competente para responder a las tres demandas posibles de apoyo que ya he citado: instrumental, informacional y emocional.
En nuestro entorno cultural hemos instituido el mito de considerar al hombre autosuficiente e independiente afectivamente. Paradójicamente este mito dificulta que cualquier hombre se preocupe de solicitar ayuda doméstica de tipo instrumental, emotiva o incluso informativa. Por tanto, considero que las mujeres se encuentran más predispuestas a afrontar de manera sana y abierta los retos del vivir solos, mientras que los hombres se ven abocados a callar solicitudes de ayuda en sostén del mito de su autosuficiencia.

P.- ¿Se produce un cambio de carácter en una persona que comienza a vivir sola?
R.- Veamos que no todas las personas que empiezan a vivir solas lo hacen por propia elección. En muchos casos han sido las circunstancias las que han obligado: viudez, separación, traslados profesionales u otro. Por tanto hemos de considerar esta variable: elección o no.
Veo que los eligen el vivir solos, si experimentan cambios lo harán en base a un proceso de adaptación a la nueva situación. Los cambios, pues, serán más por el hecho de cambiar de hábitos que por el mero hecho de la residencia en solitario.
Los que no eligen el vivir solos, verán que han de adaptarse más significativamente al dejar de vivir acompañados que al propio habitar en soledad.

Cualquier cambio en la forma de responder de una persona estará influida por el equilibrio entre las demandas de la nueva situación y las respuestas dadas; es decir, lo que notemos en esas personas nuevas en el vivir solos será más producto de estar inmersas en momentos de cambio que en cuestiones de tipo caracterial.
Esta línea de pensamiento nos ha de llevar la reflexión de las causas, formas, momentos y circunstancias en las que cada cual realiza su transición al vivir solo.ψ