Penélopes y Ulises

Amaneces un día más a fuerza de persistente despertador y noticiero radiofónico con del que canturreas inadvertidamente la tonada publicitaria, al que adivinas la temperatura media de la provincia para el día y al que contestas con tu saludo al saludo del periodista que te desea «a todas y a todos, muy buenos días». Abrir persianas y echar una mirada al cielo que se te ofrece es la primera acción voluntaria del día, después de ensimismarte indefinidamente echas a andar atravesando estancias hasta la cocina. Puedes olfatear el café incluso antes de poner el microondas para recalentarlo. La taza humeante calienta tus manos y tu interior silencio mientras paseas los pasillos pasando ante las puertas que resguardan a los hijos que pariste y criaste con amor, empeño y tiempo. Dejas de lado toda reflexión para desarrollar el programa previsto: arriba hijos, ropa, desayunos, libros, cuadernos, mochilas y meriendas escolares a toque de minutos medidos. 

Tú, tu tiempo y nadie más en tu tiempo toda la mañana…

Los primeros rayos de luz solar gastan el horizonte romo. El camión lo busca y lo esquiva fluctuante. El sopor de la noche deja paso a través del estrecho resquicio de la ventanilla a un aire limpio escarchado. A golpe de tacómetro vuelas sobre las dieciséis gomas de tu camión compañero. Al frente Europa y en la frente un pensamiento fotográfico, idílico retrato de mujer e hijos. Tus cansados brazos abarcan el inmenso volante, representación circular de tu destino. Tanto cabalgar para conseguir regresar al punto de partida. Los cansados ojos lloran el no poder despertar en los ojos de la esposa.
Cuando despiertas por segunda vez estás sola de nuevo. Sola en ese hogar desordenado que espera de ti cuidados maternales. Vas dejando por toda la casa más de tu amor en cada prenda que lavas, en cada prenda que oreas en el tendedero, en cada batida de escoba sobre la solería, en cada bolsa que acarreas desde el mercado cargada de alimentos. Amor cotidiano de un solo uso.
Seis kilómetros más de cuenta kilómetros y ya voló otra vez tu mente a casa. Imaginas a los hijos correr entusiasmados a la escuela a aprovechar lecciones y vivencias.

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Imaginas a la mujer alegre y afanosa en sus tareas besándote, a su paso por el mueble bar, en el retrato de la boda desde el que le sonríes.
Nadie que te oiga. Nadie que tome contigo los otros extremos de la sábana. Nadie que te dedique una mirada brillante y llena. Nadie que oiga las palabras que escapan valentonas de tu boca. Tú, toda la mañana, y nadie en la casa contigo. Tú, tu tiempo y nadie más en tu tiempo toda la mañana.
En un alto ante el cristal imaginas al marido devorando kilómetros con su inmenso remolque a espaldas cargado de fruta en dirección a Europa: líneas blancas van quedando atrás mientras él en su camión pisa indiferente los pedales y gira el volante a derecha e izquierda. Marido, qué lejos te pusiste. Regresa marido, no tardes. Esperas desde hace tanto que no tienes paciencia ya para seguir la espera.
Por tercera vez despiertas cuando suena el tono del portero automático. Ya regresan los hijos de la escuela, acaba el primer tramo del día. Alguien guisó el almuerzo, alguien improvisó la mesa y conectó el televisor. Los chicos desordenan todo el orden construido durante la fugaz mañana eterna. Devoran sobre tu mesa quedando tú a miles de kilómetros de carretera en dirección a Europa. Al almuerzo ya estás en Europa consumiendo minutos de buena mesa con prisas y refresco efervescente. Allá en España tu mujer y tus hijos se sientan a la mesa orgullosos de las gotas de tu sudor por ellos. Crees. Ignoras que ignoran tantos esfuerzos y molestias.
Hasta mí han ido llegando estos días historias de esposos y esposas que se sueñan y que despiertos no se encuentran. Quiero devolver desde estas líneas un poco de la triste cordura emocionada que esas historias vuestras suscitaron en mí. Historias reales de hombres Ulises que recorren miles de kilómetros lineales para alcanzarse por fin a sí mismos en el punto del que partieron. Historias de mujeres que voluntariosas tejen cada día el hogar como Penélopes desesperadas de esperar. Esposos y esposas destinados a Clients who experienced default gateway is not available would either have their web association dropped once in a while or have no entrance to the web at all and a Limited or no availability grown-up toy on the system symbol in their framework plate.volver a encontrarse en el punto de partida. Esposos, regresen pronto que os necesitan en el hogar abandonado. Esposas, despierten porque tejer a solas para destejer es trabajo estéril e impropio de fértiles vientres para el amor y el cuidado.ψ

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