De la emoción colectiva a la revelación de la fe

Hace muchos años mi madre y mi padre nos despertaron a mis tres hermanos y a mi en mitad de la noche para llevarnos a un lugar desconocido hasta el momento para nosotros.

Tras levantarnos de la cama nos dieron a beber la tradicional infusión de la madrugada: manzanilla hecha en agua recién hervida. Esa bebida caliente preparaba el cuerpo para afrontar la madrugada y el resto del día reconfortándolo y aportándole el calor que a esas horas se precisa.

Abrigados convenientemente nos metimos los seis en el coche: en aquel año cabíamos todos en el Renault 6. Emprendimos carretera en dirección a la aldea. La noche era oscura, no recuerdo luna, pero las estrellas que lucían avanzaban, misteriosamente, al ritmo del coche.

La procesión de la Virgen de El Rocío, al alba Imagen: La Voz Digital
La procesión de la Virgen de El Rocío, al alba Imagen: La Voz Digital

Llegamos a la aldea, bajamos del coche y buscamos dónde esperar a la Virgen. Mis padres encontraron una esquina que les pareció el lugar adecuado. Siendo niños no podíamos ver demasiado qué ocurría a nuestro alrededor: gentío, inquietud, polvo, oscuridad de la noche, alumbrado artificial. Nos dábamos cuenta de que los cuerpos de los adultos nos impedían ser conscientes de todo lo que pasaba, pero confiábamos en las decisiones de nuestros padres.

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Penélopes y Ulises

Amaneces un día más a fuerza de persistente despertador y noticiero radiofónico con del que canturreas inadvertidamente la tonada publicitaria, al que adivinas la temperatura media de la provincia para el día y al que contestas con tu saludo al saludo del periodista que te desea «a todas y a todos, muy buenos días». Abrir persianas y echar una mirada al cielo que se te ofrece es la primera acción voluntaria del día, después de ensimismarte indefinidamente echas a andar atravesando estancias hasta la cocina. Puedes olfatear el café incluso antes de poner el microondas para recalentarlo. La taza humeante calienta tus manos y tu interior silencio mientras paseas los pasillos pasando ante las puertas que resguardan a los hijos que pariste y criaste con amor, empeño y tiempo. Dejas de lado toda reflexión para desarrollar el programa previsto: arriba hijos, ropa, desayunos, libros, cuadernos, mochilas y meriendas escolares a toque de minutos medidos. 

Tú, tu tiempo y nadie más en tu tiempo toda la mañana…

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Hola, ¿vives sola?

«Personas que viven solas». El texto pretende recoger unas reflexiones acerca del tema que se proponía y está abierto a toda clase de críticas.
Espero que resulte útil para estimular reflexiones. Si ello fuera así agradecería me remitieseis vuestras elaboraciones.

P.- ¿Es aconsejable vivir solo?
R.-Aconsejar vivir solo puede ser tan complejo como aconsejar cualquier otra cosa. Cada uno ha de responsabilizarse de las propias opciones.
Pero, yendo al grano, creo aconsejable no desechar la posibilidad de vivir solo como una opción vital o incluso no concebir el hecho de vivir solo como una opción de inferior calidad. Si por algún motivo decidimos o nos vemos abocados a vivir solos, podemos pensar que ésta es una fórmula cargada de ventajas. Creo que los aspectos positivos o negativos de vivir solo o acompañado radican en la forma de ver la propia vida, no tanto del hecho de la compañía o su ausencia. La vida será como la veamos: si nuestro ver percibe principalmente escollos, barreras, obstáculos, … el existir nos proporcionará caídas, choques y tropiezos; si nos centramos en las ventajas viviremos ventajosamente nuestro deambular por los años.

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