De ti, mamá, aprendí a vivir y a amar la vida

MadreA lo largo de nuestra vida vamos a volver a visitar nuestra infancia y nuestro origen una y otra vez. Necesitaremos muchas veces releer episodios de nuestra vida pasada en los que se demuestra qué persona somos en realidad; releer, por ejemplo que nos encontramos con nuestros valores, con nuestra identidad profunda, con nuestras bases personales. En muchas de esas ocasiones la visita será una evocación de la memoria, pero en otras será una visita real a los lugares y a las personas que estaban allí con nosotros. De entre esas personas, nuestra madre es un referente al que acudiremos en busca de apoyo, convicción, asideros, respuestas, interrogantes y amor. Observando el amor que mis hijos ponen estos días en preparar sus regalos del día de la madre he sentido la necesidad de volver a mi infancia en busca de tanto regalo que recibí de la mía, de mi madre.

Quiero que estos regalos que mi madre me hizo sean también regalos de Psicología Práctica para los que leéis estas líneas y os sirvan de inspiración para mejorar vuestras vidas y la de los vuestros.

De ti, mamá, aprendí a ACEPTAR cuando, siendo un niño enfadado, me obligaste a ir al colegio aunque yo no quería sin motivos justificados, por un capricho infantil, por un enfado sin importancia.

De ti, mamá, aprendí DIALÉCTICA Y REFLEXIÓN cuando hacías de la hora de la comida una ocasión para debatir con tolerancia y atención para escucharnos entre hermanos, independientemente de lo que cada uno quisiese decir. De este modo también me enseñaste a respetar y a tomar decisiones.

AUTONOMÍA, cuando dispusiste que iban llegando los momentos en mi vida para que fuera por fin responsable de hacer mi cama, de prepararme mis propias comidas, de mantener en orden en mi habitación y la casa. Así, paso a paso, aprendí a valerme por mí mismo.

De ti, mamá, aprendí APOYO Y ALTRUISMO, cuando siendo niño por las noches te necesitaba y tras acudir en mi ayuda siempre acababas diciéndome “no dejes de llamarme cuando te haga falta” o “avisa, que estaré aquí para ayudarte”. De ti, mamá, aprendí a CUIDAR mi salud y mi cuerpo cuando me preparabas un montón de fiambreras con comidas para que me llevase a Sevilla cuando estaba estudiando la carrera, viviendo en mi piso de estudiante.

De ti, mamá, aprendí a CONFIAR en mí mismo y en los demás cuando en mi primer día de colegio, al dejarme en la puerta del parvulario, le dijiste a la maestra que si yo me portaba mal hiciera lo que estimase oportuno; tú sabías que yo no iba a portarme mal y que ella sabría actuar profesional y responsablemente. Siempre has mantenido la fe en mí, mamá, y eso me ha proporcionado convencimiento en mí mismo y en mi valía.

De ti, mamá, aprendí SUPERACIÓN Y AMOR POR LA VIDA cuando la tarde del mismo día que enterramos a papá nos consultaste a todos los hermanos si nos parecía bien y, tras recibir nuestra aprobación, te enfundaste en tu chandal para irte a tu gimnasia de mantenimiento.

De ti, mamá, aprendí a valorar la COHERENCIA, porque a lo largo de la vida he podido observar en ti que siempre has mantenido los mismos valores, los mismos criterios, las mismas ideas acerca de lo importante de la vida.

Por encima de todos estos regalos me diste la VIDA, mamá, gracias. Te quiero.