Hoy os planteo De lo que os hablo es de esos comportamientos a los que llamamos como buenos modales. Suena un poco antiguo, ¿verdad? No obstante, yo a la práctica de estas reglas de cortesía les veo efectos psicológicos que hacen que nuestro estado mental se mantenga más positivo, que podamos experimentar bienestar emocional y que promueva conductas de cooperación, de colaboración, de interacción positiva con las personas con las que nos relacionamos y con nosotros mismos.
Yo me lanzo a explicaros la propuesta y ya luego vosotros me la vais criticando o me la aceptáis, que es lo que a mí me gustaría.


A lo largo de nuestra vida vamos a volver a visitar nuestra infancia y nuestro origen una y otra vez. Necesitaremos muchas veces releer episodios de nuestra vida pasada en los que se demuestra qué persona somos en realidad; releer, por ejemplo que nos encontramos con nuestros valores, con nuestra identidad profunda, con nuestras bases personales. En muchas de esas ocasiones la visita será una evocación de la memoria, pero en otras será una visita real a los lugares y a las personas que estaban allí con nosotros. De entre esas personas, nuestra madre es un referente al que acudiremos en busca de apoyo, convicción, asideros, respuestas, interrogantes y amor. Observando el amor que mis hijos ponen estos días en preparar sus regalos del día de la madre he sentido la necesidad de volver a mi infancia en busca de tanto regalo que recibí de la mía, de mi madre.